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Cabo suelto

La banana, los tuits y el éxito de las mentiras

La pieza titulada 'Comedia', de Maurizio Cattelan.
La pieza titulada 'Comedia', de Maurizio Cattelan.AFP
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Casi todo el mundo está al tanto de que la casa de subastas Sotheby's ha vendido en su sede de Nueva York una banana de 25 céntimos por 6,2 millones de dólares. La revalorización del fruto tiene explicación: al artista italiano Maurizio Cattelan se le ocurrió pegar una banana cualquiera a la pared de una galería con cinta adhesiva, avalar la cosa con su firma y el proceloso negocio del arte contemporáneo dispuso todo lo demás. Lo demás son titulares, especulaciones, coleccionistas, firmas de prestigio respaldando la venta, un comprador dispuesto a hacer el ridículo y el final feliz del despilfarro. El propietario de la banana, un joven dedicado al negocio de las criptomonedas, se grabó en vídeo mientras la mordisqueaba. La obra, presuntamente, desaparecía en su boca. Pero no es así, porque no hay obra. Cattelan echó a rodar una idea peregrina, una bobada, ni siquiera un desafío, apenas un juguete para esa gente recién llegada al dinero que necesita hacerse notar en un momento en que algo así requiere mucha pirueta, sobre todo en el bando de la estupidez. Cattelan y la banana pretendían denunciar que en tantas ocasiones a una mentira, a una ocurrencia, a un deshecho de lo que sea se le llama a veces arte. El arte empieza y acaba en los ojos.

Sucede con esto de la banana como con casi todo: ya nadie dice la verdad. La banana de Cattelan sólo es un desahogo embustero. Igual que las mamarrachadas del tal Tommaso Debenedetti, un tuitero italiano empeñado en demostrar que los medios de comunicación fallan porque se comen sus mentiras. Gigante tontería. Los medios de comunicación, asediados de embustes, cuelan muchos menos trampeos que los que él lanza a las redes, por eso siguen siendo fiables. Debenedetti es el tipo que asesinó el otro día con un mensaje en X al escritor Fernando Aramburu, y en su ajuar de mataditos acumula muchos más creadores. Su empeño es derribar un mundo mucho más grande que él y demostrar las grietas del periodismo actual. Ya por eso es un pobre hombre. Ni como metáfora del oficio vale. ¿Qué quiere decir Cattelan con la banana, además de ganar dinero? ¿Y Debenedetti, para qué ese afán por colar bulos, más allá de otros cinco minutos ratoneros de mala fama? Nos estamos acostumbrando a las mentiras, esa es la verdad. Da igual por dónde mires: a izquierda y a derecha. La política, por ejemplo, es lo más fácil de falsificar, donde mejor cuaja el embuste. Y sin plátano.